Estas y muchas otras preguntas relacionadas con el 11-M flotan a estas horas en el ambiente en EEUU tras la oleada de artefactos explosivos detonados o interceptados y que han dado un giro repentino a la carrera hacia la Casa Blanca. Sí, se ha detenido al presunto terrorista Ahmad Khan Rahami, norteamericano nacido en Afganistán. Sí, la policía mató en Minnesota el sábado a Dahir Adan, de origen somalí, tras apuñalar a nueve personas al grito de ‘Allahu Akbar’. Pero la procesión va por dentro.
Y por fuera. En un santiamén, el tema central de la campaña es la seguridad nacional. Una encuesta de The Wall Street Journal y la cadena NBC, revela que es la principal preocupación para el 28% de los votantes. Ninguna otra cuestión tiene más porcentaje. El sondeo se realizó después de la matanza de 49 personas en junio en un club gay de Orlando, Florida, a tiros de otra persona de origen afgano, Omar Mateen, vinculado al Estado Islámico. El WSJ calcula este martes que tras la nueva psicosis, la seguridad será determinante para el 11% de votantes indecisos.
¿A quién votar, a Hillary Clinton o a Donald Trump? ¿Quién va a proteger mejor el país y evitar más atentados? Los candidatos de los dos grandes partidos se han lanzado a degüello. Se descalifican mutuamente. Titula el propio WSJ: ‘Los candidatos chocan en torno a la seguridad nacional’. Y The New York Times, igual: ‘Hillary y Trump chocan sobre terrorismo’. Trump ‘es un sargento reclutador de terrorista’, grita ella. Y brama él contra Hillary: ‘Su debilidad, su ineficacia, provocaron el problema, y ahora quiere ser presidenta’.
Son puntos de vista diametralmente opuestos. Hillary propone más trabajo de inteligencia y pide estar atentos, pero ‘sin miedo’. También sugiere más bombardeos en Siria y la creación de una zona de exclusión aérea. En el fondo, su política sería cercana al ala ‘dura’ de la Defensa.
Pero las propuestas populistas de Trump al abrigo de las emociones en caliente pueden reventar la campaña. Insiste en inspeccionar a todos y cada uno de los musulmanes que quieran entrar en el país y en tratar a los sospechosos como ‘combatientes extranjeros’. Se ha quejado de que Ahmad Khan Rahami esté recibiendo asistencia sanitaria y vaya a disponer de ‘un buen abogado’.
Para Hillary, no se trata de ‘declarar la guerra al Islam, sino a los yihadistas, a los violentos, a los terroristas’. En suma, ‘perseguir a los malos’. Por el lado contrario, el plan de Trump ‘da consuelo a nuestros adversarios’, que según ella están deseando que gane el candidato republicano.
Ahí está el efecto 11-M, la sombra de Madrid. Titula The Daily Beast: ‘¿Puede un ataque terrorista elegir a Trump?’. Así comienza el análisis de John Avlon: ‘El 11 de marzo de 2004 por la mañana explosionaron diez bombas a la hora punta en la estación madrileña de Atocha. 192 personas fueron masacradas y más de 2.000 resultaron heridas. Tres días más tarde, el Gobierno del presidente Aznar perdió el poder en unas elecciones que viraron repentinamente hacia el PSOE’.
Avlon no menciona el comportamiento de aquel Gobierno, sólo el hecho de que había apoyado la invasión de Irak. Una guerra de la que, por cierto, Trump responsabiliza a Hillary, cuando fue en tiempos de Bush. Pero es su nivel.
En el mismo portal de noticias, Christopher Dickey alerta: ‘El nuevo terror: funciona incluso cuando falla’. Se refiere a lo que llama ‘terrorismo de baja intensidad’, con ollas a presión chapuceras como la que desactivó un indigente en Nueva Jersey. Dickey repasa recientes atentados y ataques yihadistas en Alemania, Bélgica y Francia, y vuelve a recordar que la ‘técnica’ del teléfono móvil ya se utilizó en Madrid.
Otro reputado portal, el New York Observer, trata de auscultar la situación: ‘¿Pueden realmente los terroristas influir en unas elecciones?’. John A. Tures trata de desmitificar esa creencia. Uno de los mitos, con ejemplo precisamente en el 11-M en Madrid, es que hay atentados terroristas con y sin elecciones: ‘Recuerden que en España, había grupos que estaban planeando ataques después de las elecciones, igual que Al Qaeda en EEUU en 2003, 2004 y 2005’.
Otro mito, según Tures: el de que ‘los terroristas prefieren que gane un partido político en particular’. Sigue el ejemplo español: ‘El PPP era un partido conservador español que gobernaba en 2004, pero los miembros de Al Qaeda siguieron planificando más ataques incluso después de que los socialistas subieran al poder’. Tercer mito: ‘Los ataques terroristas siempre perjudican al partido en el poder’. Análisis: ‘El Partido Popular perdió en España después de los ataques en los tresnes en 2004 de la misma manera que el gobernante Partido Laborista perdió en Israel en 1996 después de los ataques de Hamas’.
Conclusión de Tures, a modo de aviso para navegantes: ‘Lo que de verdad importa es formular antes de las elecciones una estrategia antiterrorista que sea coherente’. Y aquí sí entra el ‘efecto mentira’: ‘En lugar de engañar a la población sobre los vascos por ventajismo político, le habría ido mejor al PP azuzando los sentimientos contra Al Qaeda después de los ataques en los trenes’.
De todas formas, queda la duda de cara al 8-N, día de las elecciones norteamericanas. La BBC tampoco lo tiene claro: ‘¿Pueden afectar las explosiones a la carrera hacia la Casa Blanca?’.