Estas son las principales conclusiones de la encuesta nacional del Banco de España (BDE) sobre el uso de efectivo, de la que se desprende también que la utilización de dinero en metálico se ha visto perjudicada por el estallido de la pandemia, situándose su uso como medio de pago minorista en segundo lugar, con un 35,8% de encuestados.
Los resultados varían respecto a los del año pasado, en los que el efectivo reinaba entre las preferencias de pago con un 53%.
Caída en picado del efectivo
La tendencia bajista del dinero en metálico como medio prenominante de adquisición de bienes y servicios no es nada nuevo. El efectivo viene experimentando un sostenido descenso en los sondeos desde el año 2014, cuando alrededor de un 80% de usuarios aún lo señalaban como su primera opción a la hora de pagar. Ahora sólo se mantiene como el principal medio de pago en la franja de población de mayor edad (mayores de 64 años).
La tarjeta de débito gana también por goleada en el pequeño comercio, donde es preferida por el 64,8% de los establecimientos, frente al 26,4% que se decanta por el cash. En este ámbito, el efectivo también experimenta un acusado desplome frente a los datos del año anterior (36,2%).
Los motivos señalados por aquellos que prefieren el dinero en metálico son los mismos que en el caso de las tarjetas: comodidad y rapidez.
El imparable ascenso del dinero de plástico
Pese a eventualidades como la reciente decisión por parte de Caixabank de suprimir las tarjetas de crédito gratuitas de los clientes de la absorbida Bankia, la expansión de los plásticos en el mundo de los medios de pago es un fenómeno imparable. Este progresivo arrinconamiento del efectivo se debe, fundamentalmente, a la tolerancia de los propios comercios respecto a las distintas formas de abonar sus productos.
En las cadenas de establecimientos comerciales y hostelería, así como en las grandes superficies, las facilidades son totales para el uso de los distintos instrumentos de pago: sólo el 16% mantiene la exigencia de una cantidad mínima para el pago con tarjeta. Esta política generalizada es una de las razones por las que el importe de las ventas cobradas en efectivo ronda un 30%, cifra inferior a la media declarada por la población.