Mas allá de la consolidación del mercado móvil de Brasil, que pasará de tener cuatro grandes operadoras nacionales a solo tres (Vivo, Tim, Claro), lo que hará el Cade, cediendo a la presión del Ministerio Público Federal (MPF), que reclamaba a gritos la anulación de todo el proceso de venta, será determinar si las compensaciones previstas para mitigar los daños a la competencia y garantizar los derechos adquiridos de los 41 millones de clientes de Oi son suficientes, o si habrá que ampliarlos. Y quien se hará cargo de ello, será el mismísimo Cade.
Vivo, Tim y Claro no están nada conformes con dicha decisión. Consideran que las compensaciones anunciadas en el reparto eran suficientes y de mayor calado que los decretados en el sector desde la privatización de Telebras en 1998 (fue entonces que Telefónica entró en Brasil, pagando unos 5.7800 millones de euros por la antigua Telesp, con la “ambición de poner el sector brasileño a la hora del siglo XXI”). Y, además, denuncian la estrategia oportunista de las operadoras regionales, que quedaron apartados del negocio, y que solo buscan torpedearlo.
La venta de Oi irreversible
Pero, lo que no tiene vuelta de hoja es el cierre de la venta de Oi móvil. El magistrado encargado de la intervención judicial lo dejó bien claro ante el tribunal de la competencia: en el caso de que la operación fuera rechazada, solo cabria dictar la sentencia de muerte de Oi. O sea, la quiebra de la operadora, cuya deuda actual de 23.000 millones de Reales se elevaría a 49.000 millones (unos 4.400 millones están en manos del banco público BNDES), haciendo inviable la continuidad de recuperación judicial aprobada a duras penas hace 5 años.
Vetar la venta de Oi móvil podría provocar la anulación de otra operación de gran calado que la operadora tiene firmada y activada con BTG Pactual: la venta del 57,9% de sus activos, InfraCo, cuya red de fibra óptica, con más de 400.000 kilómetros, cubre todos los rincones del mapa brasileño. Una operación de 20.000 millones de Reales (con deuda incluida de 4.100 millones). Oi seguirá como accionista minoritario, y será el principal cliente de la infraestructura ahora controlada por el mayor fundo de inversiones latinoamericano.
Situación dramática
Para entender la dramática situación de Oi habría que remontarse prácticamente hasta su creación, en los años noventa del siglo pasado, con la privatización de Telebras, cuya red fija cubría el 64% del país. Con fácil acceso al crédito oficial, casi todo lo que hizo a partir de entonces, con una desastrosa política de expansión (empezando por la adquisición de Brasil Telecom en 2008, por 13.000 millones de Reales, con el objetivo de situarse como operadora líder nacional), fue acumular deuda sin garantizar su rentabilidad, y, a partir del 2016, quedó al arbitrio de sus acreedores.
Hasta podría decirse que Telefónica tuvo mucho que ver, aunque solo fuera indirectamente, con la deriva ruinosa de Oi. Una de las operaciones más polémicas fue la protagonizada con Portugal Telecom, que, por su lado, también creyó encontrar en Oi una buena oportunidad para seguir en Brasil, con la bendición de las autoridades brasileñas y portuguesas.Tras vender el 50% de Vivo a Telefónica por 7.500 millones de euros, PT pagó 3.750 millones por un 22,4% de Oi, con vistas a una fusión, a través un intercambio de participaciones, pero que no tuvo un final feliz
Derivación africana
De hecho, tras el fracaso de la fusión, que tenía como objetivo la creación de una operadora líder en Brasil, en Portugal y en países africanos de habla portuguesa, sumando más de 100 millones de clientes, Oi no volvió a levantar cabeza, y en 2015, vendió la operación lusa al francés Altice, por 7.400 millones de euros: 5.798 millones para los accionistas brasileños y portugueses, 869 millones para sanear deudas de PT y unos 700 millones para compromisos fiscale y planes de jubilación. Oi solo conservó los 25% de la angoleña Unitel, vendidos hace poco a la petrolera publica Sonangol, por unos 1.000 millones de dólares.
Cabe subrayar, no obstante, que lo que más contribuyó para el fiasco de la fusión Oi-PT, fue el clima de corrupción y de despilfarro criado en Portugal por el antiguo imperio Grupo Espirito Santo, bajo el mando de Ricardo Salgado, que actuaba a todos los niveles como si fuera el dueño del país. Concretamente, PT decidió por su cuenta adquirir deuda toxica del GES por casi 1.000 millones de euros, sin consultar el socio brasileño, que, al quedarse sin los recursos negociados con la operadora lusa, asumió el control de toda la operación portuguesa.
Ahora, con la venta de la operación móvil, lo que hará Oi - sin proponérselo inicialmente - será reforzar la posición del rival Vivo, que pese a quedarse con menos clientela móvil de Oi que la operadora Tim de Telecom Italia, saldrá globalmente reforzada, también en relación con la operación Claro de América Móvil, que no participará al reparto de espectro. Cabe pensar, en todo o caso, que al margen de lo que decida el área técnica del Cade (los “remedios” que la competencia echa mucho de menos), Vivo, Claro y Tim seguirán luchando a cara de perro.
En la banda ancha fija (FTTH), el líder Vivo será el principal rival de Oi, con 4,6 y 3,6 millones de accesos, respectivamente. Según los datos de Anatel, el último año la operadora brasileña recortó distancias, sumando 1,2 millón de nuevos clientes, unos 100.000 más que Vivo. Claro y Tim, quedaran a gran distancia, hasta el punto de que, con solo 623.000 y 424.000 clientes, fueran superados por pequeñas operadoras como Alloha, Brisanet y Algar. La suscripción de planos de fibra óptica tuvo, así, mucho que ver con la expansión de la banda ancha fija, que creció un 14,6% anual, terminando el ejercicio 2021 con casi 41,5 millones de clientes.