“La nueva estrategia de Repsol tendrá un alto grado de flexibilidad en función del escenario macroeconómico”. Bajo este mensaje lanzado hace casi dos años por el CEO y consejero delegado, Josu Jon Imaz, la compañía petrolera que preside Antonio Brufau está afrontando los retos de la nueva política energética que le marca el Gobierno de Pedro Sánchez y los cambios que quiere aplicar la Unión Europea para afrontar la situación creada por la invasión rusa de Ucrania.
Puede que obligada por la gravedad de la situación económica de España, con una inflación galopante, un giro de casi 360 grados en la política monetaria del BCE tras subir en tres cuartos de punto el precio del dinero y situarlo en el 1,25% y el escenario macroeconómico mundial que apunta hacia una recesión, la petrolera española haya decidido acelerar la reciente decisión que tenía en cartera desde hace meses.
Accionariado muy diseminado
El accionariado de Repsol está ahora mismo muy diseminado y puede decirse que no hay ningún accionista principal en la empresa que le marque la estrategia a seguir. Por esa razón, el equipo directivo que encabezan Brufau e Imaz, no tiene ninguna piedra que obstaculice sus decisiones y los movimientos que dan cuentan con el respaldo unánime del consejo de administración.
Tras la marcha de Sacyr del accionariado, el fondo BlackRock, con un 5,47%, y Amundi con un 3,2%, son los dos únicos accionistas que tienen participación en el grupo multienergético. La mayoría son titulares institucionales muy repartidos. Según la información que figura en la página web de la compañía, un 27,6% de las acciones está en manos de accionistas de Reino Unido; un 26,6% en Estados Unidos; en Francia hay un 13,2%; en España, un 6,7% y en Alemania, un 5,6%. El resto de los títulos se encuentran en el resto de Europa.
La petrolera, en cambio, sigue siendo objeto de deseo por parte de los grandes fondos internacionales, dispuestos a tomar una parte del negocio de la petrolera. En junio pasado, se cerró la venta del 25% del negocio de renovables a Predica, filial de Crédit Agricole, y el fondo suizo Energy Infraestructure Partners por 905 millones de euros. Y ahora acaba de anunciar la venta de otro 25% de la activdad de upstream (exploración y producción de petróleo) al fondo estadounidense EIG Global Energy Partners por 4.800 millones de dólares.
Sin riesgos para los nuevos retos
Estas dos desinversiones permitirán a Repsol los desafíos que figuran en el plan estratégico, basados en tres puntos. Primero, afrontar con holgura sus inversiones en renovables; segundo, mantener la política de dividendos que se ha fijado con los accionistas, y un tercer elemento, recortar su deuda neta para afrontar los retos que la descarbonización exige. A cierre del primer semestre, el endeudamiento del grupo ascendía a 5.031 millones de euros y con esta última operación se queda con una deuda de unos 1.600 millones de euros.
Y es que, los vaivenes que está sufriendo el petróleo en los últimos años -con una menor demanda- y los cambios en la política energética por parte de la UE con una apuesta clara por la descarbonización, la guerra abierta por los biocombustibles y las renovables han obligado a las petroleras europeas a cambiar sus estrategias. El petróleo es un negocio que, a futuro, ya no es un seguro de vida y, en cambio, exige unas inversiones fuertes, tanto en el terreno del upstream (exploración y producción) como el downstream (refino y química).
Basado en ese prisma, la petrolera española ha modificado ligeramente el tiro en la actividad de la exploración y la producción de crudo. De los 18.300 millones de euros que Repsol invertirá en el periodo 2021-2025, unos 5.000 millones de euros los destinará a esta actividad, equivalente al 27,32% del total de la inversión, lo que supone un descenso importante respecto al anterior.
En la actualización del plan 2018-2020, la petrolera planteó unas inversiones de 15.000 millones de euros para los tres años de vigencia, repartidos en un 53% en el negocio del upstream y en un 45% en downstream (refino, marketing, lubricantes, trading, GLP, gas) y en activos de bajas emisiones de CO2.
Cuando revisó también el plan estratégico 2018-2020, Repsol barajó una producción de crudo de hasta 750.000 barriles equivalentes de petróleo al día. En cambio, la producción media para el periodo 2021-2025 la ha establecido en unos 650.000 barriles diarios, aunque en el primer semestre de este año ha registrado una producción media de 549.000 barriles diarios. Con esa previsión, la presencia global de la petrolera en campos de exploración y producción de petróleo se ha concentrado en 14 países, con una actividad exploratoria “más eficiente y focalizada”.
Seleccionar los enclaves de producción
La nueva estrategia de la empresa en el negocio de la exploración se enfocará hacia áreas geográficas clave, “priorizando el valor sobre el volumen y reduciendo las emisiones de su cartera de activos”, señala en uno de sus últimos informes la compañía. El objetivo no es otro que concentrar la producción en áreas muy rentables de modo que permitan al grupo aumentar su aportación y generar caja positiva a pesar de “reducir la intensidad de la inversión”.
El compromiso ahora de la petrolera es desarrollar proyectos de ciclo corto, que pueden ser gestionados con “flexibilidad” y con una intensidad de capital “limitada”, que se sitúa entre las más bajas del sector, según señala la compañía. La estimación es que los proyectos que aportarán nueva producción incrementarán en más de un 20% el valor del negocio y “añadirán gran flexibilidad para adaptarse a los diferentes escenarios de precios”.
Respecto a los países que siempre figuran como dudosos por su situación política es Libia. El consejero delegado ha asegurado que, por el momento, el plan de la compañía no ha cambiado y seguirán con sus proyectos en el país. “A pesar de las circunstancias políticas, ha mantenido un marco regulatorio sólido y estable”, sostiene Imaz.
Con todos sus interrogantes, la actividad del upstream es el principal activo de Repsol. El 100% del negocio supera los 19.000 millones de dólares y sigue aportando más del 50% de los beneficios -3.177 millones de euros-, que la compañía generó hasta junio. Su nuevo socio, el fondo EIG, y Repsol., barajan la posibilidad de sacar a bolsa una participación minoritaria en Estados Unidos a partir de 2026.