No es cuestión de echar las campanas al vuelo, en absoluto. Pero sí es cierto que algo está cambiando en la percepción de los bancos. El Euribor, que se forma día a día con los precios a las que se prestan entre sí las entidades financieras, ya no corre como antes. Lleva todo el mes en una horquilla estrecha entre el 3,30% y el 3,37% en tasa diaria, muy lejos de los espectaculares avances de los meses anteriores.
Se dirá, con razón, que el índice necesita un período de consolidación después de la gran subida de 2022. Pero no es menos cierto que este momento de ‘impasse’ -está por debajo de los máximos del mes del 11 de enero- coincide también con un parón en el ritmo de subida que están practicando los bancos europeos con oferta en España a los depósitos mejor remunerados del mercado.
Hay compás de espera hasta la reunión del BCE, de la que muchos analistas esperan una rebaja de la intensidad del mensaje del banco central, que hasta hace muy poco apostaba por varias subidas de 50 puntos básicos en las próximas reuniones. Ahora parece -eso opina una parte del mercado- que los dos repuntes que seguirán al de medio punto el 2 de febrero podrían quedarse en 25 puntos básicos.
Regalo caido del cielo
A la espera de las guías del BCE, los grandes bancos españoles se frotan las manos. También para ellos hay menos presión ahora para recuperar la remuneración de los depósitos: ni suben los tipos que ofrecen sus competidores más pequeños -su capacidad para ‘robar’ depósitos a los grandes es testimonial- ni parece tan claro ahora que el Euribor vaya a volar hasta el 4% en este primer semestre, como vaticinan algunos expertos.
Mientras, los analistas nacionales e internacionales lo tienen claro: la traslación de la subida de tipos a los depósitos de la gran banca será, en el mejor de los casos, testimonial en 2023. En estas firmas se asegura que, como mucho, los gigantes bancarios españoles sólo recogerían el 40% de la subida de tipos en sus depósitos. Pero lo más importante es que ese traslado no se completaría hasta el año que viene.
De momento, la banca hace oídos sordos a la presión. Ni siquiera ha reaccionado ante el inusitado interés de los inversores particulares por las Letras del Tesoro, que a 12 meses ya rozan el 3% de rentabilidad. “De acuerdo con que los grandes bancos no están en esta batalla, pero la realidad es que los que sí pagan no llegan tampoco a la rentabilidad de las Letras. No tenemos ninguna urgencia por entrar en esta guerra”.
Desde la cúpula de los bancos no se emite señal alguna de que las cosas puedan cambiar a corto plazo. En la presentación de las cuentas de 2022, recibidas este jueves con euforia en bolsa, el CEO de Banco Sabadell, César González-Bueno, ya ha advertido de que el depósito clásico no es la fórmula más atractiva y ha puesto el foco en la reducción de comisiones, que al parecer gusta menos a los clientes que no ser retribuidos por su ahorro.
En la misma línea, la CEO de Bankinter, María Dolores Dancausa ya advirtió hace unos días de que los bancos españoles están bien cargados de liquidez y de que no se debe esperar una vuelta rápida a la retribución de los depósitos. Se espera que los bancos que presentan resultados en los próximos días -Santander, BBVA, CaixaBank y Unicaja- apunten en la misma dirección.
Con los astros alineándose -todavía tímidamente- a favor de los intereses de los bancos, sigue creciendo la brecha entre las rentabilidades que ofrecen estos productos dentro y fuera de España. En estos momentos, el tipo interés medio de los productos hasta dos años es del 0,69% frente al medida del 1,20% en la zona euro, según datos de Eurostat. Una brecha que no empezará a cerrarse hasta dentro de muchos trimestres.