OPINIÓN

España: falta de previsión y cortoplacismo

Demasiadas ve­ces, go­bierne quien go­bierne, se toman de­ci­siones que se sabe que cam­biarán los si­guientes go­ber­nantes

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. desunidos para siempre.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. desunidos para siempre.

Hay dos cosas que pro­ba­ble­mente se puedan de­finir como pro­blemas es­truc­tu­rales de la so­ciedad ci­vil, que llevan si­glos im­pi­diendo el normal desa­rrollo de España en mu­chos sen­tidos y que son la falta de pre­vi­sión y el cor­to­pla­cismo, que, ade­más, tienen tanto que ver entre sí. Seguramente ambas están en la raíz de una gran parte de las di­fe­ren­cias de España con otros países eu­ro­peos, pero des­gra­cia­da­mente no son las di­fe­ren­cias que po­drían ha­cernos es­pe­ciales y úni­cos: no, que va, son las que nos quitan ven­tajas com­pe­ti­tivas y nos en­cie­rran cada vez más en no­so­tros mis­mos, de­jando una y otra vez los pro­blemas sin so­lu­cio­nar.

Es obvio que sería muy conveniente corregir esto cuanto antes si queremos tener abiertas todas las posibilidades para optar a un futuro mejor.

Pero lamentablemente llevamos años dejando pasar todas las oportunidades para hacerlo, y aunque los astros se hayan alineado de la forma más positiva para intentarlo unas cuantas veces en la más reciente historia de España, lamentablemente siempre hemos desaprovechado las ocasiones y mirado para otra parte y nos hemos contentado con un aprobado ramplón en esas asignaturas, pese a tener conocimientos para alcanzar matrículas de honor.

Atávico en las clases dirigentes

El cortoplacismo ha sido algo casi atávico en nuestras clases dirigentes, tanto políticas como económicas, lo que es inexplicable a estas alturas del desarrollo de España, ya que incide directamente en nuestro bienestar y hasta en nuestra tranquilidad y tiene mucho que ver en ese estado de inseguridad jurídica permanente en el que vivimos, más propio de otras latitudes que de la nuestra.

Hay demasiadas veces, gobierne quien gobierne, que parece que no estamos en Europa. Se toman decisiones que se sabe que los siguientes que se hagan con el BOE o con la mayoría del Congreso, cambiarán con tal de no hacer el esfuerzo de negociar y buscar posiciones que puedan facilitar los acuerdos y construir normas que duren muchos años.

La falta de previsión es otra de nuestras nefastas costumbres, que nos abocan a curar cualquier problema en lugar de prevenirlo, justo lo contrario de lo que es normal en los países de nuestro entorno, huyendo de la lógica que dice que siempre es mejor adoptar los medios necesarios para que una situación no desemboque en un final sin solución alguna.

Para nuestra desgracia, esa nefasta costumbre de diseñar y realizar políticas para curar las heridas en lugar de acciones encaminadas a prevenirlas, es algo que también nos ha hecho diferentes del resto.

No vamos en la buena dirección

La cuestión es que además no parece que ahora mismo vayamos en la buena dirección, al contrario, la confluencia de una inestable situación económica y política, aderezada con un pavoroso año electoral, precisamente pone al descubierto todos estos problemas que nunca abordamos en profundidad y siempre dejamos para que los solucione el siguiente, como es la tradicional costumbre de nuestras élites políticas y económicas.

Ya está bien de decisiones o leyes que se hacen para cambiarlas en unos pocos años, como podría ser la reforma de las pensiones aprobada por el actual Gobierno sin el acuerdo con los empresarios, que además es a los que se exige el mayor esfuerzo. Lo que necesitamos son normas solventes y serias que duren muchos años y sobre las que se pueda cimentar el progreso y el desarrollo sostenido en el tiempo. Normas que perduren a través de los años y den previsibilidad y estabilidad al terreno de juego en el que compiten todos los actores que forman parte de la economía española, por cierto, una economía totalmente globalizada, así se evitarán casos como el de Ferrovial y otros tantos.

Las situaciones de crisis tienen la virtualidad de poner en el punto de mira los problemas estructurales y los grandes defectos de la sociedad. Y realmente llevamos unos años terribles en este sentido. Primero fue el coronavirus y después la guerra de Ucrania, y, como consecuencia directa de ella, un encarecimiento de las materias primas y un proceso inflacionario en el que todavía estamos inmersos y que está haciendo temblar los cimientos de nuestra economía. Ahora, hasta se intuyen nuevas crisis financieras y de deuda que esperemos que no se queden por estas latitudes.

Por eso quizás es el momento de plantar el pie para coger fuerza y empezar a cambiar lo que sabemos que no funciona, sobre todo si estamos de acuerdo en unos principios básicos y unas recetas que todos pueden compartir sin demasiados reparos.

Identificar lo que nos une

Podríamos llenar cien artículos como este con recetas que seguro que todos comparten, pero vayan unas cuantas como botón de muestra. Es indudable que es mejor dar trabajo que subvenciones, aunque siempre, y digo siempre, haya que disponer de partidas para los más desfavorecidos. Nadie duda de que apostar por la calidad es casi siempre mejor que hacerlo por la cantidad, pensemos en nuestro turismo.

Las tecnologías han llegado para quedarse, pues aprovechémoslas a fondo y que también puedan utilizarlas los más mayores. La unidad de mercado debe protegerse siempre, igual que una estabilidad fiscal y la seguridad jurídica en todo el territorio. No se pueden poner reparos a los gastos en investigación y educación, al contrario, nunca es suficiente lo que se invierte en estas materias porque deben ser las piedras sobre las que edificar el futuro.

Lo dicho, se podrían hacer cien artículos con todo en lo que estamos de acuerdo, cosa que no creo que suceda con los asuntos sobre los que discrepamos. Pues manos a la obra.

A veces hay que desplomarse del todo para volver a levantarse y empezar de nuevo. Bien, hagámoslo cuanto antes, no perdamos el tiempo. Somos un gran país y tenemos un gran futuro por delante.

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